FARAÓN AMENAZA
Por el hermano José Ordóñez – Pastor de la Iglesia Sinaí, Monterrey, Nuevo León, México
“…porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis.” (Éxodo 14:13)
El viaje de Israel desde Egipto hasta Canaán es un ejemplo espiritual para la Iglesia. Antes de que ese viaje diera inicio, Faraón no quería dejar salir a los israelitas, e hizo todo lo posible para impedir su salida de Egipto. Es lo mismo que Satanás hace por conquistarnos, si no totalmente, sí área por área, o miembro por miembro, o familia por familia.
Cada vez que parecía que él sí cedería para autorizarlos a salir, puso distintos pretextos para que no salieran todos, o que no salieran con todas sus posesiones. Pero el plan de Dios era que Su pueblo saliera totalmente, y que nada ni nadie de ellos tuviera más que ver con Egipto. Con ese fin, Dios puso en el corazón de Moisés una entereza y la determinación de no dejarse manipular ni conquistar por las tretas de Faraón.
De igual manera, Dios desea que, como pueblo Suyo, salgamos y dejemos totalmente Egipto, y que nada ni nadie de Su pueblo tenga que ver con la influencia del mundo. Dios puso en las escrituras en ejemplo de Moisés e Israel en Egipto para nuestra enseñanza. Hoy nosotros tendremos que combatir contra las tetras y argucias de los egipcios, y del actual faraón de Egipto, Satanás, quienes por todos los medios intentarán retenernos en Egipto, y tratará de seguir ejerciendo su malvada influencia sobre nosotros, nuestras familias, y nuestras posesiones.
Lo que está en juego es si se cumplirá en nosotros el deseo del corazón del Señor. El desea que nunca más volvamos a ver a los egipcios. Pero Faraón quiere seguir ejerciendo el señorío sobre nuestra vida; y cuando ve que estamos disponiéndonos a salir de Egipto, echará a andar algunas artimañas, rehusándose a dejarnos ir fácilmente.
1. Permanecer en Egipto
En la primera artimaña, Faraón les dice que sí adoren al Dios verdadero. Pero que lo hagan en la tierra de Egipto. Moisés es enfático en responder que deben salir de Egipto para servir a su Dios. Permanecer en la tierra de Egipto significa seguir siendo sus esclavos. Satanás está interesado en que los cristianos sigamos amistándonos con Egipto, porque él sabe que los amigos del mundo se constituyen en enemigos de Dios. Faraón sabía que, a pesar de que Israel adorara a Dios, mientras permaneciera en Egipto seguiría bajo su yugo de esclavitud.
Moisés le dice que no puede plegarse a eso. Nosotros tampoco podemos hacerlo. Permanecer en Egipto, aun cuando hagamos todo lo posible por adorar a Dios, significa seguir bajo el dominio y señorío de Satanás. Como cristianos debemos salir de en medio de Egipto, desembarazarnos de la influencia de este mundo, para dedicarnos a servir a Dios. Cuando en nuestro corazón nos “quedamos en Egipto” estamos impidiendo que nuestra vida le pertenezca a Dios.
2. Dejar en Egipto a las esposas e hijos
La segunda tetra consistía en autorizar que sí saliera Israel, con la condición de que dejaran en Egipto a sus esposas e hijos. Es la malévola táctica satánica por conquistar a nuestros hijos. Si los adultos ya no pudimos ser presa suya, él se contentara con atrapar a nuestros hijos en sus garras. El sabe que los corderos son una presa más fácil. Además, esa es otra de las características de Satanás; él atacará a las ovejas más débiles.
La idea de Faraón era esta: ya que no pudo quedarse con los adultos en la tierra, dejará que los adultos se vayan, dándolos por caso perdido. Pero su táctica solo cambia de objetivo; ya no tiene en la mira a los adultos, sino a la niña de los ojos de esos adultos. Cuando Satanás logra atrapar a los hijos, a aquellos que son el objetivo de amor y dedicación de los padres, los padres encaran un gran dilema. El corazón del adulto también estará dividido; entre seguir a Dios de todo corazón o ponerse del lado de los hijitos que quedaron esclavizados por Satanás.
¿Cómo podemos enfrentar ese problema desde ya? El profeta Malaquías dijo que Dios tiene en su corazón levantar una descendencia piadosa, reservada para El. Para que eso se efectúe, nosotros los adultos debemos trabajar denodadamente por que nuestros hijos sean instruidos en el Camino santo, y permanezcan en él, a toda costa. Esto implicará una labor diaria, a toda hora y momento del día. Esto también implicará firmeza de nuestra parte, para estorbar a nuestros hijos en su camino, cada vez que veamos que son atraídos hacia lo atractivo y reluciente de Egipto. Pero si nos atrevemos a decirles un rotundo NO a sus peligrosos coqueteos con el mundo, los estaremos librando del infierno eterno. ¡Atrevámonos a hacerlo!
3. Dejar atrás al ganado
El último esfuerzo de Faraón, es que si no podía quedarse con las personas, adultos y niños, hizo lo posible por quedarse con el ganado. Faraón sabía que donde estuviere el tesoro de los israelitas, allí estaría también su corazón. Satanás sabe que las posesiones materiales son un atractivo apetitoso a todo corazón humano.
Es interesante que, por la definición de la misma palabra, y aunque suene redundante, el ganado es algo ganado. Si nos ponemos a pensar detenidamente en el origen de esa palabra, el ganado se constituyó en el fruto de nuestro sudor, esfuerzo y dedicación. Y, por supuesto, aquello que nos ha costado, lo valoramos mucho más. Lo que hemos ganado se puede llegar a convertir en nuestro dios; será muy difícil que renunciemos a aquello que tanto nos costó. Dios sabe esto; Satanás, también.
Realmente, lo que está en juego aquí es quién será el rey del corazón de cada creyente. Si nuestro corazón está dividido entre el Dios verdadero y el dios Mammón (las riquezas), Satanás sabe que ya ha ganado una batalla. Es necesario que nos definamos en nuestro corazón a quien serviremos. Que tengamos la convicción para declarar como Moisés,
“… [en Egipto] no quedará ni una pezuña”. Por mucho esfuerzo que hayamos invertido en obtener todo lo que tenemos, que jamás llegue a ocupar un lugar de importancia en nuestro corazón. Que Dios sea el único Rey en nuestro corazón.
En resumidas cuentas, el plan de Dios era librar a Israel de toda influencia de Egipto, pero Satanás no iba a dejarlos ir, así por así. Faraón intentó por todos estos medios detener su salida. Cuando él vio que un intento falló, sólo cambió de estrategia, una y otra vez. Pero Dios quería que Israel nunca más viera, ni quedara, ni pensara, ni soñara, con Egipto. Por eso, Moisés mostró gran determinación. No se rindió a los planes de Faraón, sino demostró que seguiría a Dios de todo corazón, con todas sus familias, y con todas sus posesiones.
Amados hermanos, no nos rindamos ante estas astutas tetras de Faraón. Pongamos cada día ante Su trono nuestras vidas, a nuestros hijos, y nuestras posesiones, para dar pasos que nos acerquen a El más y más. No demos descanso a nuestros ojos hasta que salgamos totalmente de Egipto, deshaciéndonos totalmente de su influencia. No dejemos de clamar a Dios por nuestros hijos, para que no perezcan ahogados en la corriente del inmundo río de Egipto.
No permitamos que nuestro corazón se incline hacia las posesiones y tesoros que Dios nos ha permitido tener. El es el dador de todo lo que tenemos, sea mucho o sea poco. El nos ha dado el poder de hacer riquezas, pero éstas no deben convertirse en nuestro Dios. ¡Dios deberá ser el único Dios en nuestra vida!
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